Emma, relajándose en shavasana luego de su clase de yoga Cuando era una niña, muchas veces me sentí incomprendida y, si bien tuve papás muy presentes, sentí que algo importante me faltaba. Hoy mi alma susurra: “Lo que necesitaste del mundo, es lo que viniste a dar”. Sonrío y confío en su plan. Ahora entiendo que todo aquello era necesario para unirme a los niños desde el corazón. Hoy, al conectarme con sus miradas en sus ojos, veo los míos los de hoy, y los de ayer. Cuando meditamos juntos guío su respiración y fluyo, en el aire que entra, y sale siento la danza de mi destino. Quisiera abrazarlos y decirles que su dolor también es sagrado porque nos enseña quiénes somos y nos conecta con otros. ~ Jesica Fussoni